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¿COMO LLEGA EL MERCURIO AL PESCADO?

Quienes consumen pescado en grandes cantidades tienen con frecuencia niveles elevados de mercurio en la sangre.

El mercurio está en todas partes, incluso en el aire que respiramos (una importante fuente de mercurio son las centrales termoeléctricas, que generan electricidad quemando combustibles fósiles como el carbón y liberan un poderoso contaminante medioambiental, el dióxido de carbono). Cuando está en el agua, las bacterias convierten este contaminante en metil mercurio. Los peces absorben el metil mercurio del agua en que nadan y de la comida que comen (otros peces, algas, etc). El metil mercurio se adhiere a los músculos de los peces y permanece ahí incluso después de haber cocinado el pescado.

Casi todo el pescado y el marisco contiene algo de mercurio, pero los peces depredadores grandes acumulan una mayor cantidad porque se comen a otros peces que a su vez han absorbido mercurio. Y cuanto más grandes son los peces depredadores, más peces comen. Por si esto fuera poco, los peces más grandes también viven más tiempo que los pequeños, así que les da tiempo a acumular aún más mercurio en su organismo.

El cuerpo absorbe fácilmente el metil mercurio del pescado. Y el metal actúa como una neurotoxina, lo que quiere decir que afecta al cerebro y al sistema nervioso, la memoria, el lenguaje, la visión y la atención. Los bebés (incluyendo los que están en el útero) y los niños pequeños son los más vulnerables a las altas dosis de metil mercurio porque sus cerebros y sistemas nerviosos todavía están en desarrollo.

Generalmente se suele promover la ingesta de pescado y mariscos debido a su contenido de ácidos grasos omega 3 y omega 6 por su efecto positivo en el desarrollo cognitivo y la vista del niño, y porque protegen al organismo contra enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas o de origen inflamatorio;sin embargo podemos obtener estos mismos nutrientes pero de mejor calidad, en las semillas de linaza, el aceite de canola, las nueces, el tofu, las aceitunas, el aceite de oliva, aceite de soya, aceite de cáñamo, verduras de hojas verdes, y semillas de girasol.