INVESTIGADORES EUROPEOS SE PREPARAN PARA CREAR CONEJOS CON OREJAS HUMANAS
Los ratones del mexicano Héctor Martínez son picassianos: tienen orejas
redondas, cuadradas o triangulares, “figuras básicas”, en sus palabras,
pero eso no es lo más sorprendente. Son orejas abstractas, pero
humanas, fabricadas a partir de células madre adultas y células de
cartílago donadas por pacientes humanos. De momento, la vanguardia de su
trabajo son estos ratones cubistas, logrados en una investigación
todavía sin publicar, pero el siguiente paso será injertar estas
orejas, ya con la enrevesada forma de una verdadera oreja humana, a
conejos de laboratorio.
Martínez, ingeniero mecánico, es uno de
los miembros del equipo de Paul Gatenholm, que desde 2009 dirige un
proyecto europeo para fabricar orejas desde la Universidad Chalmers, en
la ciudad sueca de Gotemburgo. Su objetivo es poner a punto un método
capaz de crear “orejas, narices, tráqueas, articulaciones, discos
intervertebrales y cartílago en general”, para reparar lesiones humanas.
Los ingredientes de su receta para crear orejas humanas son sencillos.
El primero es la celulosa bacteriana, un prometedor material que se
emplea en la cocina filipina para preparar un postre gelatinoso conocido
como nata de coco, aunque también tiene aplicaciones potenciales muy
diferentes, como producir papel biblia. Pero el equipo de Gatenholm ni
hace repostería asiática ni predica la fabricación de seres humanos a
partir de barro y costillas.
Andamios con forma de oreja
La celulosa bacteriana, producida por ciertos microbios, como la
bacteria Gluconacetobacter xylinus, está compuesta por fibrillas de unos
30 nanómetros (mil millonésimas de metro), un grosor similar al de las
fibras de cólageno que forman los cartílagos. Como contexto, un cabello
humano tiene un grosor de unos 80.000 nanómetros. “Es una sustancia muy
parecida a la celulosa de los árboles o las fibras del algodón”, asegura
Martínez.
La celulosa bacteriana, además, no puede ser
degradada por el cuerpo humano, que a diferencia de las vacas carece de
mecanismos para digerir la celulosa. Así que es un material ideal para
preparar injertos humanos. Con la celulosa bacteriana, el equipo de
Gatenholm construye andamios con forma de oreja, en un proceso que dura
18 días. Sobre ese armazón, los investigadores colocan células madre
adultas, procedentes de médula ósea humana, y células de cartílago,
obtenidas de narices de donantes que han sido sometidos, por ejemplo, a
operaciones de cirugía estética. En dos meses desde el comienzo, las
células han proliferado para componer una oreja humana, lista para
trasplantar.
“Tenemos mucha experiencia produciendo orejas,
ahora sólo tenemos que copiar y pegar el método para producir narices,
tráqueas, menisco…”, apunta Martínez. Su método, cuyos últimos avances
se han publicado en la revista Journal of the Mechanical Behavior of
Biomedical Materials, es sin embargo lento comparado con el trabajo de
las impresoras 3-D, ya empleadas por equipos de la Universidad de
Cornell (EEUU) y de la Universidad Hangzhou Dianzi (China) para imprimir
orejas artificiales.
Futbolistas y caballos de carreras
“La diferencia es que nuestro material es totalmente biocompatible. Es
aceptado e integrado por el cuerpo, las células invaden el material. Las
impresoras 3-D, en cambio, suelen emplear ácido poliláctico [un
plástico sintetizado a partir de maíz o caña de azúcar], que no se
integra”, explica Martínez.
El equipo de Gatenholm, el llamado
consorcio EAREG, ha recibido unos 250.000 euros de la Unión Europea para
desarrollar las orejas artificiales, pero no serán suficientes.
“Nuestro plan es llevar este método a los hospitales, que tenga una
aplicación clínica, pero este objetivo requiere mucho dinero privado. Si
una farmacéutica invierte en el proyecto, podremos hacer ensayos en
humanos y el método podría estar listo en 5 o 10 años”, opina Martínez.
El ingeniero mexicano confía en que sectores como el del fútbol o el de
los caballos de carreras, que pierden millones de euros por lesiones en
cartílagos, inyecten más dinero en el proyecto.
Mientras, la
lista de posibles beneficiarios no deja de crecer. Según el Instituto de
Biomecánica de Zúrich (Suiza), que también participa en el consorcio
europeo, en uno de cada 10.000 nacimientos la parte visible de la oreja
está muy malformada o directamente no existe. Además, subrayan,
accidentes o tumores pueden desfigurar el órgano. “En estos pacientes,
es importante para su bienestar psicológico y emocional tener una
apariencia tan normal como sea posible. Y esto es particularmente
importante en los niños”, recalca el Instituto. De momento, su esperanza
son unos ratones con orejas cuadradas. Picassianas, pero humanas.