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¿ LO HACES POR ÉL? O ¿ LO HACES POR TI? 
No por no querer sufrir nosotros, los hagamos sufrir a ellos. Seamos menos egoístas y enfrentemos con el mismo valor que ellos, su ineludible e impostergable final.
 
 
 

Por ahora dejaremos de lado a los mounstros despiadados que mandan a destruir vidas completamente sanas por razones diabólicas y motivados por su especismo, egoísmo e indiferencia depravada para dar paso a la mal llamada: " Muerte dulce" por razones que se piensan compasivas y que por ello se aceptan socialmente y se resisten a nivel de remordimientos internos.

La destrucción de vidas animales se encuentra motivada generalmente por el rechazo egoísta de hacerse cargo de la existencia del que sufre, y eso ha de considerarse como una falsa piedad, más aún, como una preocupante perversión de la misma.

La verdadera compasión nos hace solidarios con el dolor de los animales, y no elimina a la criatura cuyo sufrimiento no se puede soportar. El mandar a matar por ejemplo al animal de compañia es aún más perverso si es realizado por quienes, como sus protectores y familia humana, deberían asistir con paciencia y amor a su protegido, o por cuantos, como veterinarios, por su profesión específica, deberían cuidar al paciente incluso en las condiciones terminales más penosas. La destrucción de una vida es más grave cuando el ser en cuestión no la pidió de ningún modo y nunca dió su consentimiento por no poder hacerlo. Se llega al colmo del arbitrio y de la injusitica cuando por falta de tiempo, dinero, espacio, pereza o imcompetencia, se arroga el poder de decidir sobre quien debe vivir o morir. De este modo la vida del más débil queda en manos del más fuerte.

El deseo que brota del corazón de toda criatura ante el supremo encuentro con el sufrimiento y la muerte, especialmente cuando se siente la tentación de caer en la desesperación y casi de abatirse en ella, es sobre todo aspiración de compañía, eso es lo que se está implorando, solidaridad y apoyo en la dura prueba, es petición de ayuda para seguir soportando y esperando, cuando todas las esperanzas se desvanecen. Sin embargo quienes no tiene fe, quienes ven la vida desde un punto utilitarista y puramente material, hedonista y especista, obviamente se desesperarán ante el dolor y la muerte del animal.Y si bien, soportar esos trances, se torna con frecuencia más dificil para los que acompañan y rodean al enfermo, que para el enfermo mismo, entonces hay que ser sinceros: ¿ A quien se pretende ayudar con la eutanasia? ¿ Al enfermo o a los que deciden su muerte?


Una sociedad que legitima la eutanasia es una sociedad que está proclamando su ineptitud para ofrecer auténtica solidaridad, afecto, comprensión, paciencia, y cariño a sus enfermos terminales. Son precisamente estos cuidados los que permiten, facilitar una muerte verdaderamente digna, lo más lúcida posible con el menor dolor posible, sin violentar la naturaleza de las cosas o bien sin retrasar el advenimiento de la muerte todo lo posible, por todos los medios, proporcionados o no, aunque no haya esperanza alguna de curación y aunque eso signifique infligir al moribundo unos sufrimientos añadidos a los que ya padece, y que, obviamente, no lograrán esquivar la muerte inevitable, sino sólo aplazarla unas horas o unos días en unas condiciones lamentables para el enfermo como lo es, sentirse estresado, temeroso, en constante incertidumbre y desolación al creerse abandonado en un lugar extraño, como en una fría y oscura clínica veterinaria, rodeado de personas desconocidas... creyendo que ya no se le quiere más, que se le ha desechado y olvidado...

Nosotros no lo vemos así, pero nuestra percepción es muy diferente a la que pudieran tener ellos, los animales, en sus últimos momentos, viéndose amarrados, picoteados por agujas, perforados por catéteres, sin tener una idea de lo que realmente está pasando...Esto último supone un "ensañamiento" y, "encarnizamiento terapéutico", debido a nuestra EGOÍSTA OBSTINACIÓN de querer retenerlos a toda costa cuando su tiempo de partir ha llegado. No les hagamos esto, permitámosles irse sabiéndose amados, abrazados, apoyados y acompañados por su familia, la de siempre, la que tan solo ellos conocen, hasta el final de sus días, hasta sus últimos segundos de vida. No por no querer sufrir nosotros, los hagamos sufrir a ellos. Seamos menos egoístas y enfrentemos con el mismo valor que ellos, su ineludible e impostergable final.


La muerte es el destino inevitable de todos los seres vivos que, quiérase o no, guste o no, constituye el horizonte natural del proceso vital. Son los cuidados paliativos los que constituyen una forma privilegiada de la caridad y la piedad desinteresada. No es mediante la destrucción intencional de la vida, o la mitigación del dolor por todos los medios posibles ante los cuales han de subordinarse el resto de los fines nobles del actuar humano, pisoteando todo tipo de consideraciones y evitando con ello cualquier manifestación de empatía hacia las emociones y sentimientos del animal, como se le ayuda a morir dignamente a una criatura. La muerte verdaderamente digna, la proporcionan sin duda, quienes se acercan y permanecen junto al animalito anciano, al discapacitado o al enfermo terminal dispuestos a padecer con él, quienes solidariamente se entregan a su cuidado y atención, quienes no solo alivian sus dolores físicos, sino también los psicológicos y emocionales.

Luchar por mitigar el dolor, es positivo, y el esfuerzo de la ciencia moderna en tal sentido es encomiable, pero convertir esta lucha y este esfuerzo en valor absoluto es, además de quimérico, injusto, pues obliga a renunciar a otras dimensiones valiosas de la virtud humana, tan solo por egoísmo o por comodidad...evitemos el camino ancho y fácil... es lo mínimo que podemos hacer por ellos. El dolor y la muerte serán dignos si son aceptados y vividos por el enfermo; pero no lo serán si alguien los instrumentaliza para atentar contra esa criatura. Una muerte digna no consiste sólo en la ausencia de tribulaciones externas, sino que nace de la grandeza de ánimo de quien se enfrenta a ella y esa fortaleza solo podemos brindarla a un animal cuando se siente amado, seguro y acompañado, rodeado de calor humano y auxilio espiritual a nivel vibracional y moral mediante palabras de cariño llenas de bondad y de luz por parte de su familia humana.
 
 
DEJEMOS DE PROYECTAR EN ELLOS NUESTROS PROPIOS TEMORES

Superemos en nosotros el miedo a un modo de morir doloroso y dramático, porque es precisamente esto lo que suele anular todos los demás valores conduciéndonos a la toma de decisiones tan mezquinas como arrebatarle la vida a otros seres para perpetuar la nuestra, como a menudo sucede con la experimentación animal.